No
suelo ser de lágrima fácil y odio que me vean llorar, incluso cuando estoy
siendo castigada, intento evitar que esas lágrimas fluyan, por muy severo que este siendo mi spanker o
muy gorda que sea la falta cometida, me resisto a rendirme. El odia ese orgullo y terquedad, no es que su
objetivo sea hacerme llorar, pero si estoy en esa situación evidentemente es
por mi comportamiento, y sabe que ese llanto puede hacerme mucho bien.
Finalmente
cedo y las lagrimas empiezan a brotar de mis ojos, jamás lo hago por el dolor de los azotes, sino por mi
sentimiento de culpa al darme cuenta de cuánto he decepcionado a mi señor. Romper
a llorar, me libera emocionalmente,
calma mi ansiedad, me ayuda a crecer como sumisa y para mi spanker es
importante, porque es una clara señal de
mi aceptación y de mi entrega, y un
signo inequívoco de que mi educación va por buen camino.
2 comentarios:
Sin palabras me has dejado porque tengo mi sensibilidad disparada.
Te aprecio mucho, Marita.
Y escribes de maravilla.
Besos.
Ohma que tú me digas a mi,que escribo bien, me emociona, ya que no hago más que maravillarme con cada post que publicas. Todos pasamos por etapas malas y buenas, pero no se porque las malas duran más.
Sabes que el aprecio es mutuo y espero de todo corazón que el próximo año sea mejor para ti y te recompense por todo lo que has pasado en este.
Un besazo
Publicar un comentario