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Autor: Vitabar
Incluso diría aburrida, pero no quisiera ofender…
De hecho cuando hace algún tiempo publiqué un post en este mismo blog sobre las distintas expresiones que nos regalan las spankees durante el castigo, inmediatamente surgió la posibilidad de analizar cuáles eran las expresiones de los spankers durante esos buenos momentos. Gavi rastreó en su archivo fotográfico y descubrió –con cierto desencanto, según creí ver- que los spankers no ponen cara de nada en instantes en que -se supondría- su excitación llega al máximo. Terminó enviándome algunas pocas fotos en las que –con muchísima buena voluntad- podía entreverse cierta expresividad en la cara de los ocasionales spankers que sacara de su rostro la expresión neutra que parece ser habitual. Las fotos que ilustran este artículo son el resultado de su búsqueda y representan lo más “expresivo” que fue capaz de encontrar.
Recurrí entonces a mi propio archivo fotográfico para ver si mis conclusiones al respecto eran comparables a las de ella, preocupado por la presunta inexpresividad del gremio al que pertenezco y –quizá- de mi mismo.
La primera comprobación no fue muy alentadora: en las tres cuartas partes de mis imágenes el
spanker ni siquiera aparece en la foto. La segunda fue coincidente con Gavi: la inexpresividad spanker contrasta flagrantemente con la abundancia de expresiones diversas que las spankees muestran en los momentos intensos de un encuentro spanko.
Supongo yo que en cierta medida esa ausencia de expresiones es el resultado de la acción combinada de diversos mitos, que le exigen al spanker ocultar sus pasiones detrás de una cara pétrea. Algunos de esos mitos podrían ser los siguientes:
El spanker representa, dentro de una pareja spanka, la disciplina. Es quien decide qué cosa esta bien y qué cosa está mal y quien aplica los castigos. Por oposición natural, la spankee representa la indisciplina (la rebeldía, la provocación, pero también el juego y la diversión). Este rol exige que quien castiga la indisciplina ajena sea él mismo una persona disciplinada, o sea contrario a la rebeldía y provocación, pero también ausente de juego y diversión. Así que si uno se está divirtiendo, como seguramente ocurre, más vale que lo oculte porque de lo contrario la fantasía (la de ella) se va al carajo.
También representa la autoridad, y consecuentemente, el poder. Uno tiene en sus manos
(literalmente) su cuerpo y está en condiciones de provocar en él placer y dolor. Ella teme nuestras decisiones porque sabe que se cumplirán ineludiblemente y que estamos en condiciones y en posición de ejercer ese poder tanto como queramos. El hecho de que todo lo que eventualmente hagamos lo haremos solo porque sabemos que ella lo quiere, lo pide, lo necesita, es un detalle que debe ocultarse. Tiene que parecer que uno decide todo, aunque en realidad todo ya esté decidido -o al menos aceptado- de antemano. Debe parecer que el spanker tiene el poder,
aunque no tenga nada, y el ejercicio del poder exige seriedad y es ajeno a la pachanga.
El buen spanker cuida de su spankee, se dice. Por lo tanto su agresividad –que tanto le excita-
debe ser mesurada, domesticada y dosificada, porque debe cuidar de su spankee. Le pega, pero la cuida. Porque ella quiere que le pegue y la cuide. Un hilo tan débil separa ambas cosas que se hace imprescindible una atención continua. Un exceso de agresividad podría desembocar en una pérdida de placer (de ella), un exceso de cuidado también, y además configuraría –para el spanker- un papelón. Quien cuida, debe cuidarse y –sobre todo- no distraerse.
De lo anterior se deduce, que es el spanker quien tiene el control de la situación (aparentemente). Y quien tiene el control (y pretende mantenerlo) lo último que puede hacer es descontrolarse, Por lo tanto, las propias pasiones deben mantenerse ocultas ya que su expresión desmedida significarían una pérdida de autoridad y consecuentemente de poder, y a ella eso le disgustaría muchísimo.
Supongo que buena parte de los spankers de carne y hueso (no los de fotografías) no son así. Supongo que muchos de ellos en esos momentos culminantes se excitan y lo demuestran, se divierten y lo demuestran, se alegran y lo demuestran.
Sobre mí mismo prefiero no hacer comentarios. Así que si en el instante supremo en que las últimas defensas son bajadas y un par de redondas nalgas desnudas aparecen frente a mi vista -ya levemente sonrojadas y a punto de enrojecerse aún más- yo pongo cara de “persona-satisfecha-que-ha-logrado-su-objetivo”, “tipo-feliz-que-disfruta-de-la-vida”, “baboso-superexcitado” o “energúmeno-fuera-de-control” prefiero que nadie lo sepa.
Después de todo, uno tiene una imagen de persona disciplinada-poderosa-cuidadosa-controlada
que alimentar.
Incluso diría aburrida, pero no quisiera ofender…
Recurrí entonces a mi propio archivo fotográfico para ver si mis conclusiones al respecto eran comparables a las de ella, preocupado por la presunta inexpresividad del gremio al que pertenezco y –quizá- de mi mismo.
La primera comprobación no fue muy alentadora: en las tres cuartas partes de mis imágenes el
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Supongo yo que en cierta medida esa ausencia de expresiones es el resultado de la acción combinada de diversos mitos, que le exigen al spanker ocultar sus pasiones detrás de una cara pétrea. Algunos de esos mitos podrían ser los siguientes:
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También representa la autoridad, y consecuentemente, el poder. Uno tiene en sus manos
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El buen spanker cuida de su spankee, se dice. Por lo tanto su agresividad –que tanto le excita-
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Supongo que buena parte de los spankers de carne y hueso (no los de fotografías) no son así. Supongo que muchos de ellos en esos momentos culminantes se excitan y lo demuestran, se divierten y lo demuestran, se alegran y lo demuestran.
Después de todo, uno tiene una imagen de persona disciplinada-poderosa-cuidadosa-controlada