miércoles, 17 de mayo de 2006

De represores e ironías


Autora: Mayte Riemens (Brujita)

Recientemente, en nuestro tablón de Nalgadas y Azotes, se dio una discusión amistosa y cordial, sobre las acciones que, reales o fingidas, se utilizan como motivos de una zurra. Uno de nuestros miembros expresó su inquietud en relación a la existencia de ciertos personajes en el mundo spanko, a los que calificó de “represores morales”. Mismos que le repelen por ir en contra de sus propias convicciones.

Según entendí, se refería al spanker que representa – o quizá no – a un hombre de mente estrecha, que se escandaliza por todos aquellos comportamientos y actitudes que, en la Inglaterra victoriana, se denominaban “libertinos”. Yo, por mi parte, no creo que ese personaje se haya restringido a la Inglaterra del siglo XIX, los hay, en pleno siglo XXI, y en cualquier parte del mundo. No siempre son hombres, no siempre son vejetes auto reprimidos y, casi nunca son spankers, al menos, no declarados.

En el juego del spanking, esos personajes se dedican a repartir azotes a todas las spankees que confiesan, o permiten que se adivine, su gusto por el sexo opuesto, por los jugueteos y coqueteos sensuales, por la fiesta y la diversión. También se escandalizan y condenan a las spankees que sueltan alguna mala palabra, que se expresan con soltura y libertad sobre cualquier tema y que manifiestan su deseo de realizar algún acto, considerado en otra época, impuro o impropio de una dama decente.




De estas actitudes se deriva la etiqueta de “represor moral”, que nuestro compañero les aplicó a estos personajes, agregando que deberíamos trabajar un poco más con nuestra creatividad para diseñar nuevos motivos para imponer o merecer los castigos que tanto placer nos causan.

Creo yo que, al respecto hay varias cosas que considerar: La primera es que, como sabemos todos, en realidad no hay necesidad de que exista un motivo para los azotes, no cuando los dos involucrados están de acuerdo en que éstos son un juego erotizante, cuyo objetivo no es la corrección de ningún comportamiento o actitud, sino simplemente, la manera de seducir al otro y obtener una relación sexual gratificante y plena. No pierdo de vista que existen parejas que juegan a la disciplina real, pero aún en esos casos, creo yo, no deja de ser un juego erótico en el cual los dos están de acuerdo, y que, si bien yo no practico, me parece que logra el efecto deseado con creces, pues le da espontaneidad y sorpresa al propio juego.



Ahora bien, para algunos spankos, una zurra sin motivo es una zurra desangelada. Para mí, al menos, sí hace falta la parafernalia y el ritual. Se sabe que no es real, que es algo así como una actuación, pero ¿qué es el juego si no eso? Ir directamente a los azotes, sin más preámbulo, sin motivos, sin el regañito… puede ser igualmente rico, en cuanto a sensaciones físicas se refiere, pero el juego imaginativo lo hace más sabroso.

Cuando era yo mucho más joven, antes de que mi fantasía se hiciera realidad, me bastaba con imaginar a mi pareja en turno regañándome por cualquier motivo, sentenciándome a recibir unos azotes, obligándome a ponerme en posición y desnudando mis nalgas, para excitarme. Por supuesto que me hacían falta las nalgadas reales, pero la imaginación es capaz de cubrir muchas carencias. Y soñar no cuesta nada.

Los motivos para una zurra pueden ser muchos, algunos tan sosos como romper un vaso o derramar una cerveza, otros que parecen más complejos, como una mala actitud, un comportamiento “indecente” o el llevar una vida “disipada”. Aquí es donde entra el “represor moral”, que para mí es un personaje absolutamente irreal en el mundo spanko, un spanker que castigará los coqueteos, la liberalidad y la apertura de su spankee, actitudes todas, que él disfruta y de las que se beneficia. Hay que pensar que si las spankees fueran “decentes” – con lo que la sociedad moralista entiende por esto – nunca aceptarían ser spankees, nunca se abrirían a la exploración de formas diferentes de afrontar su sexualidad, ni estarían dispuestas a exponer sus preferencias y deseos. Y lo mismo sucedería con los spankers.



Así pues, el spanker “represor moral” lo que hace es representar un papel, el papel que en otras épocas correspondería al tipo de hombre que castigaría con azotes a su pareja, por ser abierta, libre y sensual. Me refiere a esos hombres de moral doble que mantenían a su esposa encerrada en casa, ocupada de las labores domésticas y de los niños, mientras ellos se la pasaban de maravilla con “chicas de vida disipada”, a las cuales les pedían que hicieran, en la cama, todas aquellas cosas que su sacrosanta esposa no debía hacer para no caerse del absurdo altar de “mujer decente, madre de sus hijos” a la que ellos mismos la habían subido. Infortunadamente, este tipo de hombre todavía existe, así como las mujeres que lo permiten. Creo que los llamamos machos.

Y aquí es donde estoy de acuerdo con nuestro compañero, a cuya opinión me he venido refiriendo. En el mundo spanko también hay machos. Pocos, pero los hay. Sin embargo, casi nunca se presentan con el disfraz del “represor moral”, éste lo dejan para quienes sólo juguetean e ironizan sobre el particular, aprovechando las muchas ocasiones que las spankees ofrecen para ser castigadas por esos motivos. El macho se manifiesta en formas quizá más sutiles, pero por lo mismo, peligrosas. Así como a nuestro amigo le repele el verdadero “represor moral”, a mí – y por lo que he sabido, a muchas spankees – nos repele el macho. Ese que cree que por que una es spankee está obligada a aceptar las nalgadas de cualquiera, ese que pierde de vista que en este maravilloso juego, quien lleva el control –aunque sea paradójico- es la spankee. El que, sin mediar ningún tipo de seducción o, al menos, labor de convencimiento, te quiere someter a sus deseos, goza exigiéndote obediencia y enarbola estúpidos motivos para nalguearte. El que desoye tus razones, tus gustos, tus preferencias, y cuando le dices, por ejemplo, que no te gusta el cane, elige precisamente ese instrumento para azotarte. Y esto puede ser molesto, en el mundo real o en el ciber. Es ese personaje que si en un grupo se topa con una mujer spanker, buscará cualquier razón, por absurda que sea, para sugerir que sea nalgueada.

El macho no juega. Aprovecha los tradicionales roles que se usan en el spanking para desfogar sus frustraciones, para sentir que una mujer se le somete, para creerse el hombre dominante, temido y obedecido. Ese no es un spanker. Es sólo eso: un macho trasnochado.


Los motivos para un zurra pueden ser de lo más diverso –variopinto, diría un querido amigo -, puede recurrirse al juego de roles, puede uno trasladarse en el tiempo, volver a la niñez, al colegio o inventarse un severo tío lejano. También se puede quedar uno en la vida real, pero inventar motivos o aprovechar alguno real para desatar el juego. Puede una, como spankee, organizarle a su spanker una pataleta, soltarle alguna palabrota o negarse rotundamente a ir a visitar a su mamá. Todos son válidos, lo importante es que los dos disfruten del juego. A nuestro compañero de tablón le disgustan los motivos moralizantes, y seguramente no los usará y le explicará a su spankee que no recurra a ellos para obtener una tunda. A mí no me gusta el cane y a mi spanker jamás se le ocurriría azotarme con él. Cada pareja, sea temporal o no, debe elegir el juego que más le satisfaga. Por eso es importante hablar, expresar gustos, preferencias, rechazos, etc. Y esto vale también para la creatividad al construir un juego de roles. Habrá quien simplemente no quiera recordar su niñez, a quien no le guste desempeñar el papel de criada o a quien le parezca humillante hacer de secretaria azotada por su jefe…

Pero si bien es cierto que en la intimidad cada pareja se puede, y debe, poner de acuerdo, lo que parece evidente es que en el mundo ciber, en los tablones, chats y blogs, hay que tener tolerancia y respeto. Pues aquello que a mí puede gustarme, podría ser ofensivo o molesto para otros. Me sucedió alguna vez que ingresé a una sala de chat, y antes de que pudiera decir “Hola”, ya había aparecido un spanker, absolutamente desconocido para mí, llamándome zorra descarada y exigiéndome que me empinara para ser azotada. (¡?) Por supuesto, tuve que decirle que soy una honorable madre de familia y que el mote de “zorra descarada” no va, para nada, con mi personalidad. Pero bueno, habrá a quien le guste ese trato y lo entiendo. Pasa que, primero, hay que preguntar, averiguar, ser sensible a lo que el otro puede preferir… Quizá parezca muy anticuada, pero sigo creyendo que lo cortés no quita lo valiente.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico artículo, Mayte. Estoy totalmnt de aqerdo contigo, y,si me permits, ése macho se comporta tambien así en todos los actos de su vida. La pena es que hay mujeres que se enamoran(?)perdidamente de ellos, aunque, si son felices(?!)....mejor para ellas.

Anónimo dijo...

Lo unico que se me ocurre por comentar es que, personalmente, asi estuviera en pareja(con una spankee opbviamente) nunca la nalguearia por alguna cosita tonta, Yo soy spanker, ella es spankee, y cuando los 2 estemos solos esa sentencia flotaria en el aire.... osea, es inevitable que tarde o temprano termine haciendo alguna verdadera travesura que la hafga merecedora de unas nalgadas, las y los spankees no pueden estar mucho tiempo portandose bien, mas si saebn que van a ser nalgueadas/os por eso....

Anónimo dijo...

Mayte querida, te felicito por tan buen artículo y por poder escribir los conceptos tan claramente.
Yo creo que en esto de las nalgadas solo cuenta una cosa: lo que acuerdan las dos partes. Creo que todo vale siempre y cuando sea concensurado.
En mi poca experiencia como spankee he tenido la dicha de estar con spankers con los que he disfrutado plenamente el "juego" de los roles y me encantó.
También he estado con un spanker con el que hay mucho juego previo, pero al momento de la verdad los roles quedan de lado. Y con "mi" (y que me perdone Fer) spanker del alma... pues NO necesito motivo o razón para que me nalguee, sólo el deseo mutuo que lo haga y ya.
El "represor moral" me divierte mucho y hasta me gusta provocarlo en el juego de los azotes, pero es detestable en la vida real, tanto como el "macho".
Gracias otra vez por tan bonito artículo! Un beso para tí,
Ana K.