miércoles, 31 de agosto de 2005

Oido, vista y tacto


Autora: Ocho

(En primer lugar, aclaro que hablo de las spankees en femenino y de los Spankers en masculino simplemente porque yo soy mujer y spankee y me gustan los Spankers varones. Sin embargo, aunque no he compartido intimidades con ningún spankee de género masculino, asumo que no difiere mucho lo que ellos sienten de lo que sentimos nosotras, por lo que este artículo habla de todos por igual y no tiene ánimo de exclusión. Explicado esto...)

No es la primera vez que un Spanker me pregunta qué siente una spankee en determinadas ocasiones. Por ejemplo, parece que ningún Spanker entiende que pueda gustarnos permanecer de pie castigadas en un rincón. A menudo, quieren saber qué se nos pasa por la cabeza, qué sentimos y qué es exactamente lo que hacen ellos que a nosotras nos vuelve locas. ¿Dudas de novatos? ¿Curiosidad? Podría ser, pero me gustaría poner mi granito de arena para despejarles su gran incógnita:

Las spankees, como todo el mundo, disponen de cinco sentidos (incluso seis, dirían algunas...). Hablaremos aquí de los tres primordiales para el spank. Asumo que habrá quien no esté de acuerdo con dejar fuera de esto a dos sentidos tan importantes como el gusto y el olfato, pero considero que ambos forman parte de situaciones donde el spank no es lo primordial, por lo que me atreveré a “pasar” de ellos.

Tenemos, en primer lugar, y creo que fundamental (aunque todos lo son), el sentido del oído. Nada es tan excitante, erótico y apasionante como una frase dicha en su justo momento y en el tono correcto. Ciertamente (al menos, así es para mí) el spank no sería lo mismo sin esas expresiones. El sentido del oído comienza a funcionar, en un gran número de ocasiones, minutos, horas o incluso días antes de que la azotaina tenga lugar. Frases como “Te voy a dejar el culo como un tomate”, “Ven aquí, que esta vez te la has ganado”, “No me lo hagas repetir dos veces o será peor para ti”, “Hoy quieres dormir caliente, ¿verdad?”, “Esto me duele a mí más que a ti”, “Quiero que te pongas sobre mis rodillas inmediatamente y te prepares para recibir lo que mereces”, “Esas nalguitas tuyas van a aprender a portarse bien”, “Deja todo lo que estás haciendo y ven aquí”, “Ni se te ocurra protestar”, “Ese culito está pidiendo a gritos unos azotes”, “Voy a hacer algo que tus padres tendrían que haber hecho hace mucho tiempo”, “Ya sabes lo que viene ahora”, “No me hagas ir a por ti”, etc... (dependiendo del criterio y gusto de cada una) más una variedad casi infinita de alusiones a lo que aún no ha sucedido son el más poderoso afrodisíaco. De hecho, un simple “Ya hablaremos”, “Prepárate”, o “Espera que lleguemos a casa” funciona... Y si a esto le sumamos el tono, un tono adusto, severo, algo impaciente y muuuy “enfadado”... Ufffff. El cerebro, que como ya dije en alguna ocasión es nuestro más poderoso órgano sexual, se conecta directamente con nuestros genitales, y éstos envían mensajes de profunda fogosidad.

¿Y qué decir de los sonidos propiamente dichos? Las palmetadas resuenan, las fustas silban, los cinturones crujen al salir de las trabillas del pantalón, las varas vibran... Todos esos sonidos son perfectamente audibles (y reconocibles) para una spankee. Si no podemos girarnos y mirar, dependemos de nuestro oído para ir reconociendo los pasos de la azotaina y, así, no sólo averiguar el implemento usado en cada momento antes de sentirlo (cosa profundamente erótica), sino distinguir la intensidad de lo que se nos viene encima... Las azotainas son ruidosas, con proliferación de sonidos entremezclados, y el monótono discurso admonitorio del Spanker mientras su actividad no cesa sobre nosotras es un murmullo que sirve de música de fondo a las nalgadas. Incluso nuestros gritos, protestas o promesas vanas de buen comportamiento encuentran un ritmo en la orquestada sinfonía. Son tan apasionantes estos sonidos que incluso dudamos si nuestros vecinos se excitan con ellos; y si pueden excitarse los vecinos, ¿qué no nos ocurre a nosotras?

El sentido de la vista. Pongamos como ejemplo el momento post-azotaina en el que vamos a parar al rincón. El Spanker, sentado en su sillón preferido, ojea el periódico con supuesta y repentina atención mientras, justo frente a él, la spankee vuelve a medias la cabeza y le observa con el rabillo del ojo. Él siempre descubre esa mirada, y la prohíbe o no (a voluntad). ¿Hay algo más erótico que ese momento? ¿Es posible explicar cuán profunda es la sensación íntima cuando le escuchamos moverse arriba y abajo y hacemos mil y una filigranas con la cabeza para que no se nos note que le estamos mirando pero no perderle de vista? El juego erótico de buscar su mirada para, en el momento de no encontrarla, sobarnos con precipitación y durante unos instantes el maltrecho trasero no requiere de contacto físico, ni de palabras. Es apasionante por sí mismo (y ya quisieran eso muchos otros momentos íntimos...).

Hablemos también de otra situación fundamental relacionada con la vista: El momento en el que el Spanker aparece en el sitio propuesto para administrar el castigo con el implemento en su mano, o el momento en que, con la azotaina ya comenzada, y quizás sobre sus rodillas, le escuchamos cambiar de utensilio. ¿Cuántas se han arriesgado a “ganarse” más azotes con tal de volver la cabeza y observar la maldita mano, ya no desarmada, y han dado además esas nalgadas extra por bien ganadas y mejor empleadas? A veces ni los azotes son necesarios. Sólo ver la mano del Spanker sujetando una fusta, acariciando un cinturón, blandiendo una vara, o lo que sea que cada una de nosotras más temamos es en ocasiones suficiente para arrepentirnos de la falta cometida, implorar perdón y recurrir a todos nuestros famosos “truquitos de spankee”. La sensación ya ha llegado a nuestra entrepierna, y aunque no negaré nunca mi predilección por los azotes, afirmo que en ocasiones puedo llegar a estar igual de excitada y “compungida” sin necesidad de pasar por ellos. Sólo ver esa mano ya puede hacerme... “despegar”.

Y por último el sentido del tacto. Bueno, no creo que haya mucho que explicar en este caso. El spank se basa en el contacto físico, y ni siquiera estoy hablando de los azotes propiamente dichos... Nuestra mano sujetando la mano del Spanker para impedir momentáneamente una nueva nalgada, nuestro esfuerzo fútil por sujetar prendas de ropa y evitar vernos privadas de ellas, el momento en que nos agarramos con fuerza al Spanker y... sobre todo, por encima de todo, la sensación de calor inconcebible al rozarnos el trasero y sentirlo candente. En ese momento, el ardor se expande de forma imprudente y arrolladora por toda nuestra orografía y nos inunda de pasión y deseo.

¿Y cuando quien toca es el Spanker? ¿Qué haríamos sin esas caricias que nos procura cada cierto tiempo para comprobar nuestra temperatura dérmica y acallar el dolor de nuestro cuerpo? ¿Sin la sorpresa del roce repentino con otras partes de nuestra anatomía? ¿Sin el contacto frío e inesperado del bálsamo paliativo que unge en nosotras? Y... por supuesto, ¿qué haríamos sin ese contacto rítmico de su mano en nuestras nalgas?


Hay 4 comentario/s de este artículo.
Tane:
Mmm, a ver. Por mi parte, completamente de acuerdo sobre los sonidos, los avisos, las órdenes, la preparación de cinturones etc..., los azotes en sí, todo.
En cuanto a la vista, querida Ocho, me salto lo del rincón, no me gusta nada, no sólo no me pone sino que "me quita", pero...sí que me gusta ver mis propias marcas, ir al espejo y ver si tengo el culo colorao, o mejor aún, tener un largo espejo de cuerpo entero enfocado a la escena, es como ver un vídeo pero con efectos especiales (os lo recomiendo, si es que aún no lo habeis hecho).
Por lo que respecta al tacto, la verdad es que en ocasiones me gusta "llevar la mano de excursión" y tratar de distraer al spanker con aproximaciones a zonas a mi alcance, suele funcionar...
Gracias por el artículo Osho, muy chulo

Besos
2005.08.31 23:35

Ocho:
Agradezco profundamente tu aportación, Tane. Es más, de haberme acordado de ese momento tan súper-erótico de mirarme al espejo, de espaldas, para comprobar el color de mi trasero tras una zurra, puedes estar segura que lo habría incluido entre los mágicos momentos relacionados con el sentido de la vista... Se me han olvidado más cositas?
2005.09.02 13:31

10:
El olfato juega un importante papel, pese a que es un sentido algo reprimido por la convivencia social, especialmente cuando se refiere a olores que desprende el cuerpo. Sin embargo el miedo, la excitación sexual y el acaloramiento de la spankee le hacen desprender un aroma inconfundible. La OTK es una posición que favorece a la percepción olfativa y no olvidemos que nuestra nariz conecta directamente con la zona interna de nuesto encéfalo, el "cerebro olfativo" que no deja de ser el área en donde se regulan nuestras funciones más primitivas... Eso sí, los spankers preferimos spankees muy aseadas!
2005.09.03 11:10

Zorro:
Ocho, tu exposición de los 3 sentidos es muy buena. Ahora bien, comparto con 10 que el olfato juega un papel muy importante. El olor de la habitación,de la madera, de las ropas del spanker, del perfume no se puede dejar a un lado. Desde el punto de vista del spanker es si cabe tan importante o más, incluso las spankees aseadas desprender olor. Personalmente no doy tantísima importancia a que la spankee este limpísima, ¿qué sucede cuando una spankee derrama una taza de café y ha de ser azotada al instante?, ¿Ha de perderse la intensidad del momento aguardando a que la chica o el chico pasen por el cuarto de baño? Yo creo que no... creo que la tensión tiene un olor, el cuerpo tiene un olor... Una cuestión... Desde el punto de vista del spanker o del spankee, ¿Qué haríais o como reaccionarías si una spankee en el momento de tumbarse sobre vuestro regazo, víctima del nerviosismo,al doblarse, dejase escapar una ventosidad de esas de corta duración e intensidad olorosa moderada?
2005.09.17 17:11

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Raul79 dijo...

Hola a tod@s:

Me siento muy identificado con muchas de las situaciones que he leido, y voy a aportar alguna que yo siento que me excitan o aumentan la sensación los azotes durante un castigo.

En cuanto al oido, además de las amenazas pre-castigo("hoy duermes calentito", "tienes una cita sobre mis rodillas", "tus excusas me han convencido, ahora a ver si eres capaz de convencer al cepillo", "creo que hoy tu trasero va a ser capaz de romper la zapatilla. No te preocupes, tengo dos"...) una regañina durante la azotaina, aumenta la humillación. En nuestro caso, el problema del ruido y los vecinos no existe, ya que vivimos solos, por lo que no hace falta tapar los azotes con musica o la televisión, asi que el mismo silencio entre azote y azote es brutal. Si los azotes son espaciados, intento averiguar si ella va cambiar el implemento por otro... Incluso el mismo sonido del impacto es excitante, oir un azote bien dado con la mano bien plana, un buen zapatillazo, un reglazo bien firme...
Algo que me saca de quicio, es oir los golpecitos de un implemento contra su mano como calibrándolo... intento identificarlo. Algunos son reconocibles, como la goma de la suela de la zapatilla, o el esparto de una alpargata, o, si va a ser un castigo más severo, golpecitos de regla, las cerdas del cepillo, o,uno que para mí es muy efectivo, golpecitos de suela de madera acompañados del ruidito de la hebilla metálica de unas sandalias scholls (que yo mismo la regalé sin saber que ibamos a utilizar la disciplina doméstica en nuestra relación). Si identifico lo que se trae entre manos, y veo que lo que me espera va a ser duro, intento agarrarme a ese poquito de orgullo que me queda, y ella, con su sexto sentido, nota mi miedo. "Mmm... veo, que lo has oido... tranquilo, que enseguida lo sentirás".

En cuanto al tacto, la sensación de una caricia. El calor de su mano en las nalgas, o que froten tu trasero con la suela de una zapatilla que todavía no ha entrado en acción y todavía está fría de estar en contacto con el suelo, la rugosidad de la regla de madera, o lo liso que puede ser un buen cepillo... es la antesala de lo que te espera.
Acercar el instrumento de castigo a sus manos, sintiendo en tu mano lo que va a acabar en tu culete...
Desesperante sentir su mano en el trasero y algo apoyado en tu espalda. ¿Será una zapatilla? ¿Un cepillo?... todo llegará.
Y frotarte el trasero (ardiendo) para intentar calmar esa fuente de picor-dolor, eso sí, sin que te vean, porque puede significar que te vuelvan a calentar a modo de propina y rezas que sea el culo lo que sufra dicha propina, ya que puede ser que te caliente las manos con la regla, y como haya copias... Incluso notar el calor en la oreja después de que te tiren de ella hasta la habitación, una silla, sus rodillas, o el rincón posterior.
Y si después de los azotes has de hacer copias sentado con el culo al aire sobre una silla de esas antiguas, en la que el asiento es de cuerdas trenzadas...

Por ultimo la vista. Una mirada severa que te fulmina, ver como se quita la zapatilla, intentar ver antes de acabar en su regazo si hay algún implemento en una mesa, o guardada en algún pliegue del sofá, o si ya está en su mano.
Antes de una azotaina, veo que calzado lleva. Zapatillas de casa planas, con cuña, blanditas, zuecos de enfermera (de esos de enfermera antiguos, con un monton de agujeritos que pican de lo lindo) sandalia de madera... a veces me despista y no usa las zapatillas que lleva puestas, y "solo" usa la mano.
Y estando sobre sus rodillas, mirar hacia sus pies y ver que todavia va calzada no es mala señal, eso sí, en el momento que veo su pie desnudo... imaginaos.

Y después de esta chapa... me despido, esperando que todo este revoltijo de sensaciones tarde en llegar... o no. Jajaja