martes, 20 de mayo de 2014

Sí, sucede de vez en cuando II

Autor: Bensade


Antes de proseguir, quiero pedirle perdón por no asistir a la reunión con otras spankees. Quiero pedirle perdón por no atender su llamada de teléfono. No me sentía con fuerzas. Habían transcurrido muy pocos días de la experiencia vivida con usted y me encontraba en un estado de flotabilidad y shock emocional que no quería romper. Sospecho que, interior o egoístamente, podría haber otros motivos. Pero, hoy por hoy, no los percibo.


Uno de los mayores problemas a los que me enfrentaba al quedar citada con usted para que me azotara, era el dolor. No me gusta el dolor. No lo soporto. Lo temo y lo evito y creo que usted, cuando nos encontramos el uno frente al otro, solos, en la habitación del hotel, se dio cuenta del temor y nerviosismo que me embargaba en aquel momento. Pero su templanza, humanidad, comprensión y su buen hacer, hicieron que me tranquilizara y siguiera sus instrucciones como si le conociera de toda la vida.

Así que estoy sentada aquí, pensando y escribiendo sobre la experiencia a la que usted me sometió. Donde hubo dolor desde el primer cachete hasta el último azote, pero tuvo la habilidad de que me sintiera expectante, segura y entregada, a pesar de que el dolor al que me sometió con su cinturón fue intensamente fuerte y los diez últimos, “sin calificativos.” 

He leído mucho sobre el dolor y lo que se consigue del mismo. Tal como lo conocemos, para cada persona y para el caso de cada sesión de azotes, puede traer resultados diferentes. También había leído sobre el subespacio. Tenía una idea del mismo. Nunca sospeché que traspasaría ese umbral del dolor para adentrarme en ese mundo de ensoñaciones y sensaciones que paralizan el cuerpo. Usted, con sus azotes, me llevo a ese espacio, a ese estado emocional y sensitivo. Lo definiría como esa pequeña porción de tiempo en la que el mundo deja de ser complicado, ruidoso y abrumador. Es un momento de paz y relajación que nunca he encontrado en mi vida. Es enriquecedor y liberador. Sin embargo, sus azotes me obligaron a entrar y estar donde me encontraba segura, protegida y bajo la tutela de alguien de confianza, dejando a la spankee “fuera” y a la mujer hambrienta de sensaciones, dentro. 

El subespacio es divertido, pues llegar a ese lugar es tan dulce. El dolor – dolor que usted me infligió con el cinturón – fue el vehículo que me llevó hasta allí (mi mente, tras el orgasmo intenso provocado por los azotes, hizo el resto). La otra cosa que el dolor hizo por mí, fue que me permitió sentir emociones a las que normalmente yo tampoco había tenido acceso. Mi miedo al más mínimo dolor hacen que mi mundo se haga una roca, demasiado dolor puede oscurecer este mundo mío, pero usted tuvo la capacidad de llevarlo a un punto donde, con cada azote en mis nalgas y muslos, mi mundo interior se iluminaba. Supo mantener un equilibrio justo y ponderado.

Me demostró que usted es un Dominante o Spanker líder. Sus manos y cinturón – me imagino que también sus implementos si los hubiera utilizados - fueron como los instrumentos de su orquesta. Mi mente y mi cuerpo – ambos entregados a usted –, como el teatro donde dirigía la función. Usted eligió la obra, el cuándo, su duración y su ritmo. Controló todos los detalles de la misma para obtener los resultados que quiso. El dolor fue lo que usted utilizó para producir su arte. No fue un objetivo, sino un medio. Mis reacciones y placer – orgasmo, subespacio, quejidos, gritos, llanto, pataleo, etc. – fueron la música y entre nosotros, creamos la belleza de ese spanking y lo llevamos a una armonía a través de la función. Juntos logramos las necesidades de ambos. Sin esto, usted no hubiera sido capaz de crear esa obra y yo hubiera sido incapaz de elevarme al subespacio y al placer. 

Después de esta experiencia con usted, repito, el dolor no puede ser nunca el objetivo, no es suficiente. Necesito elevarme, ser liberada por el uso del dolor – los azotes – y no ser enjaulada dentro de los mismos.

Como le he dicho antes, los azotes son diferentes para cada persona. Pero, para mí, sin saberlo, esto es lo que buscaba, anhelaba y, en muchos sentidos, lo que necesitaba.

No le olvidaré nunca. Muchas gracias.”


Le escribió Lola a su Spanker…


Nota editores: Este texto es una posible continuación del brillante post del mismo autor "Sí, sucede de vez en cuando"

4 comentarios:

electra dijo...

Aunque me da pena que no haya acudido a otra cita con él, la puedo entender, porque a lo mejor yo hubiese actuado igual. Fue una experiencia muy intensa, inagualable, y hay demasiadas cosas por analizar. Es una pena que sea así, porque a veces perdemos el tiempo con tanto pensar en vez de disfrutar de esos momentos que quien sabe si se volveran a presentar.
Saludos

marita correa dijo...

No puedo decir que me lleve bien con el dolor, ni siquiera que exista una relación amor – odio porque simplemente lo detesto, pero poco a poco, he ido adaptándome y tolerándolo más y más.
Tampoco imagino el spanking sin dolor, es un componente básico dentro de esta fantasía y sin él, no creo que pudiera llegar a experimentar tanto placer

cinaede dijo...

Qué giro tan radical! Ella es de naturaleza complicada, pero lo volverá a buscar. Un encuentro como el de la otra vez, no es fácil de olvidar y pronto volverá a caer en sus brazos, bueno mejor sobre sus rodillas (eso espero).

Anónimo dijo...

No acude a la reunion de spankees, no responde al telefono del spanker...Parece que, de momento, solo obedecera a su corazon.

blanca_nine