Antes de proseguir, quiero pedirle perdón
por no asistir a la reunión con otras spankees. Quiero pedirle perdón por no
atender su llamada de teléfono. No me sentía con fuerzas. Habían transcurrido
muy pocos días de la experiencia vivida con usted y me encontraba en un estado
de flotabilidad y shock emocional que no quería romper. Sospecho que, interior
o egoístamente, podría haber otros motivos. Pero, hoy por hoy, no los percibo.
Uno de los mayores problemas a los que me
enfrentaba al quedar citada con usted para que me azotara, era el dolor. No me
gusta el dolor. No lo soporto. Lo temo y lo evito y creo que usted, cuando nos
encontramos el uno frente al otro, solos, en la habitación del hotel, se dio
cuenta del temor y nerviosismo que me embargaba en aquel momento. Pero su
templanza, humanidad, comprensión y su buen hacer, hicieron que me tranquilizara
y siguiera sus instrucciones como si le conociera de toda la vida.
Así que estoy sentada aquí, pensando y
escribiendo sobre la experiencia a la que usted me sometió. Donde hubo dolor
desde el primer cachete hasta el último azote, pero tuvo la habilidad de que me
sintiera expectante, segura y entregada, a pesar de que el dolor al que me
sometió con su cinturón fue intensamente fuerte y los diez últimos, “sin
calificativos.”
He leído mucho sobre el dolor y lo que se
consigue del mismo. Tal como lo conocemos, para cada persona y para el caso de
cada sesión de azotes, puede traer resultados diferentes. También había leído
sobre el subespacio. Tenía una idea del mismo. Nunca sospeché que traspasaría
ese umbral del dolor para adentrarme en ese mundo de ensoñaciones y sensaciones
que paralizan el cuerpo. Usted, con sus azotes, me llevo a ese espacio, a ese
estado emocional y sensitivo. Lo definiría como esa pequeña porción de tiempo
en la que el mundo deja de ser complicado, ruidoso y abrumador. Es un momento
de paz y relajación que nunca he encontrado en mi vida. Es enriquecedor y
liberador. Sin embargo, sus azotes me obligaron a entrar y estar donde me
encontraba segura, protegida y bajo la tutela de alguien de confianza, dejando
a la spankee “fuera” y a la mujer hambrienta de sensaciones, dentro.
El subespacio es divertido, pues llegar a
ese lugar es tan dulce. El dolor – dolor que usted me infligió con el cinturón
– fue el vehículo que me llevó hasta allí (mi mente, tras el orgasmo intenso
provocado por los azotes, hizo el resto). La otra cosa que el dolor hizo por
mí, fue que me permitió sentir emociones a las que normalmente yo tampoco había
tenido acceso. Mi miedo al más mínimo dolor hacen que mi mundo se haga una
roca, demasiado dolor puede oscurecer este mundo mío, pero usted tuvo la
capacidad de llevarlo a un punto donde, con cada azote en mis nalgas y muslos,
mi mundo interior se iluminaba. Supo mantener un equilibrio justo y ponderado.
Me demostró que usted es un Dominante o
Spanker líder. Sus manos y cinturón – me imagino que también sus implementos si
los hubiera utilizados - fueron como los instrumentos de su orquesta. Mi mente
y mi cuerpo – ambos entregados a usted –, como el teatro donde dirigía la
función. Usted eligió la obra, el cuándo, su duración y su ritmo. Controló
todos los detalles de la misma para obtener los resultados que quiso. El dolor
fue lo que usted utilizó para producir su arte. No fue un objetivo, sino un
medio. Mis reacciones y placer – orgasmo, subespacio, quejidos, gritos, llanto,
pataleo, etc. – fueron la música y entre nosotros, creamos la belleza de ese
spanking y lo llevamos a una armonía a través de la función. Juntos logramos
las necesidades de ambos. Sin esto, usted no hubiera sido capaz de crear esa
obra y yo hubiera sido incapaz de elevarme al subespacio y al placer.
Después de esta experiencia con usted,
repito, el dolor no puede ser nunca el objetivo, no es suficiente. Necesito
elevarme, ser liberada por el uso del dolor – los azotes – y no ser enjaulada
dentro de los mismos.
Como le he dicho antes, los azotes son
diferentes para cada persona. Pero, para mí, sin saberlo, esto es lo que
buscaba, anhelaba y, en muchos sentidos, lo que necesitaba.
No le olvidaré nunca. Muchas gracias.”
Le escribió Lola a su Spanker…
Nota editores: Este texto es una posible continuación del brillante post del mismo autor "Sí, sucede de vez en cuando"
4 comentarios:
Aunque me da pena que no haya acudido a otra cita con él, la puedo entender, porque a lo mejor yo hubiese actuado igual. Fue una experiencia muy intensa, inagualable, y hay demasiadas cosas por analizar. Es una pena que sea así, porque a veces perdemos el tiempo con tanto pensar en vez de disfrutar de esos momentos que quien sabe si se volveran a presentar.
Saludos
No puedo decir que me lleve bien con el dolor, ni siquiera que exista una relación amor – odio porque simplemente lo detesto, pero poco a poco, he ido adaptándome y tolerándolo más y más.
Tampoco imagino el spanking sin dolor, es un componente básico dentro de esta fantasía y sin él, no creo que pudiera llegar a experimentar tanto placer
Qué giro tan radical! Ella es de naturaleza complicada, pero lo volverá a buscar. Un encuentro como el de la otra vez, no es fácil de olvidar y pronto volverá a caer en sus brazos, bueno mejor sobre sus rodillas (eso espero).
No acude a la reunion de spankees, no responde al telefono del spanker...Parece que, de momento, solo obedecera a su corazon.
blanca_nine
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