martes, 21 de febrero de 2006

Y después... ¿qué?


Autores: Amadeo Pellegrini y Ana K. Blanco

Un aspecto que considero esencial en las azotainas eróticas es no menoscabar ni herir la autoestima de la spankee, en ningún momento y bajo ninguna circunstancia. Si bien es notorio que uno de los mayores atractivos de esas prácticas reside en la desnudez que acentúa la indefensión de la mujer y supuestamente la incomoda moralmente, por lo que casi siempre conviene comenzar sobre la ropa para, en sucesivas escaladas, llegar al desnudo completo de las nalgas.

La ofrenda y la entrega de si misma que hace la spankee, el renunciamiento que implica yacer boca abajo exponiendo esa parte tan bella, sugestiva y erótica a un dolor que, aunque moderado no deja de ser dolor, y a una severidad que aunque simulada o fingida resulta también un tanto humillante o al menos molesta, creo que debe merecer la máxima consideración por parte del spanker.

Esa consideración hacia la compañera, en mi modesta opinión debe expresarse siempre, el momento apropiado para hacerlo es después, y no necesariamente debe serlo con palabras, más elocuente es su expresión por medio de besos, caricias, mimos y si es necesario con cremas suavizantes.

Amadeo Pellegrini

Comparto totalmente tu manera de ver esto, Amadeo. Yo creo que sí es lindo y yo disfruto cuando el hombre que me va a nalguear me "rezonga" (me riñe) diciéndome lo mal portada que soy, descuidada, o que no debo hacer esto o aquello. Forma parte del juego y en ningún momento me sentiría herida.

A mí me gusta más cuando me comienzan a nalguear vestida totalmente, porque es como que me toma de sorpresa, y el "enojo" del spanker es tan grande que no le permite ni dejar las nalgas al aire, porque quiere "castigarme" ¡ya!

Luego de los primeros azotes, pasada ya la furia más grande, me irá despojando de la ropa hasta dejar mis nalgas descubiertas por completo. Para mí es como un ritual... y es un ritual sumamente excitante.

También es excitante la posición OTK. Pero es más que una simple posición: es una forma de decirle al spanker "Soy tuya y estoy a tu merced. Pero estoy así porque confío en ti plenamente y eso me hace entregarme a ti sin límites. Tú eres responsable de mi integridad a partir de este momento". Y cuando hablo de integridad lo digo tanto física como mentalmente.

Hay muchos clips y videos circulando por la red en que el spanker, una vez terminado el castigo, deja a la spankee llorando desconsoladamente, tirada en el piso. Eso me parece terrible.

Aquí viene lo del título: Y después... qué? Para mí, después de la nalgada se hace necesario acompañar a la spankee hasta que esta se calme. Quizás no son necesarias o imprescindibles las palabras, también puede ser untando la crema (aunque no sea necesaria) porque ese gesto siempre es una caricia; algún besito, un abrazo, un mimo... la presencia física del otro para sin palabras decirle: aquí estoy.

Creo que, aunque suene cursi, para todos es grato de vez en cuando, permitirle al otro darse un baño de ternura en nuestro corazón. Y viceversa.

Ana K. Blanco

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno... ante el "y después... ¿qué?" yo me he topado con que no sigo el aspecto romántico de los mimitos y los apapachitos pues porque para mí el después de no es importante... Ufffff qué fea cosa acabo de decir! jaa!... Bueno... me explico... Las nalgadas y los azotes son para mí un juego erótico muy divertido en un 100%... que se disfraza de enojos y de regaños... y de ayes y de ya no por favor perdóname... y de ya no lo vuelvo a hacer... dichos desde el fondo del corazón... El juego para mí termina exactamente con la última nalgada... no así la alegría íntima... esas continúa igual... entonces me resulta muy fácil pasar a ser inmediatamente quien soy fuera del juego... amiga o amante y adulta... que comenta... ríe... critica... se porta mal en fin.
En fin... que los apachitos post tunda en realidad no me resultan imprescindibles... imprescindible me resulta sí el buen rollito que creo que no represente ningún problema nunca... porque yo sólo juego con amigos muy queridos.

saludos
gavi

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo con el comentario de gavi. Yo tampoco necesito de apapachos posteriores. De hecho, aunque no sé si debería confesarlo "en público", a veces me siento extrañamente incómoda cuando me dicen eso de "ven aquí y dame un abrazo". Me siento en las rodillas y lo doy, por no romper la "magia" del momento, pero yo sería más de quedarme mirándole enfadada que de pedir mimitos... ¡Jajaja!
Sin embargo, últimamente jugué con alguien a quien no me costó ningún trabajo darle el famoso abrazo, así que... ¿Estaré aprendiendo a ser una spankee "como Dios manda"? Jejeje...