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Autor: Fer
"El Verbo hecho carne
1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios."
El Evangelio según San JuanUn spanker puede ser callado como una tumba, pero, seguramente, sabrá manejar el silencio. Probablemente sea de los que están convencidos que el spanker es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.
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Otro spanker puede ser parlanchín, saltar de un tema a otro, ser extremadamente comunicativo, pero sus palabras irán – inevitablemente – urdiendo una tupida trama en la cual la spankee acabará siendo enredada.
En la vieja cartilla militar, en las épocas del reclutamiento obligatorio en España, existía un apartado en el cual aparecía la palabra “Valor” seguida de dos puntos y un espacio para rellenar por los superiores en el cual se leía una pequeña leyenda estampada con un tampón de tinta que rezaba “se le supone”, es decir que al soldado el valor siempre se le supone, como al spanker el don de la palabra.
La palabra y el silencio son para el spanker dos instrumentos tan buenos como el cepillo y la fusta. Gran parte del juego es tributario de la palabra, del tono, de la cadencia, del timbre y de la sintaxis. Palabras deletreadas muy lenta y profundamente, palabras espetadas o palabras susurradas. Palabras que se esperan y aún no se dicen ¿qué sería un spanker sin el don del verbo? ¿Cómo se puede azotar sin vocablos?
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Intentemos representarnos vívidamente una sesión de azotes, comprendiendo todo su desarrollo previo y posterior. Por parte del spanker no deja de haber un continuo de locuciones, insisto, aunque este sea parco en palabras. Las amonestaciones, los regaños, el afeamiento de conductas, las advertencias, las amenazas, los discursos moralizantes, los comentarios socarrones, el manejo diestro de la ironía, alguna frase sarcástica... hasta que comienza la acción, siempre precedida de la palabra que indica órdenes taxativas, a las cuales la spankee no se puede negar, descripciones que se simultanean con la acción tales como “te voy a levantar la falda y te voy a bajar las braguitas”. ¡Dicho y hecho!
El spanker puede llegar a dominar el género de la amenaza, tanto la puramente formulada como la amenaza finalmente cumplida a satisfacción de todas las partes. El lenguaje del spanker puede ser rudo, áspero, especialmente adulto; frente a las niñerías e infantilismos de la spankee. O bien las palabras pueden ser escasas, pero muy trasgresoras.
Recordemos que la spankee, en una postura del tipo
sobre las rodillas (otk) se ve privada del contacto visual con el spanker y el contacto auditivo pasa a ser un nexo íntimo y privilegiado para la spankee.
El spanker es un profundo conocedor de los efectos psicológicos y fisiológicos que causan sus palabras. Por ello la zurra viene acompañada de palabras y silencios. En algunos casos llueven las palabras humillantes, hirientes, en otros las frases y expresiones son de una hipócrita conmiseración por cómo está quedando de rojo el culo de la azotada.
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El spanker, en muchas ocasiones, gracias a su dominio de las palabras y el silencio se ve obligado a resistir los envites de la dialéctica spankee, lo cual no siempre es tarea exitosa. Esa dialéctica debe ser doblegada con la fuerza de las palabras o con la suavidad de las concatenaciones lógicas que, finalmente, dirigen la acción a la necesidad inevitable de proporcionar una fuerte sesión de nalgadas.
Y posteriormente las palabras que conducen a una condena al rincón, a la aplicación de un termómetro en el canal rectal o un enemita purificador. Tienen que ser palabras firmes, convincentes, en algunos casos casi ingenuas. Dependiendo de un enorme número de factores situacionales. Pero el spanker habla, dice, conversa, platica y llena las frecuencias auditivas de su spankee de palabras, palabras que envuelven, palabras que penentran muy hondo, palabras que disuelven la culpa, palabras que emocionan y palabras que calientan.
Por último, pero no por ello menos importante, las palabras de consuelo. Estas son básicas, en especial la transición del rigor moralizante del spanker, de la voz de mando correctiva a las palabras de consuelo, comprensión, empatía, dulzura y, finalmente, si la azotaina va a ser culminada en una maravillosa, húmeda y larga sesión de sexo, palabras que encienden lo que ya está ardiendo.
Obviamente, como es habitual en este blog, todo lo aplicable a spankers hombres lo es a mujeres y viceversa, lo mismo para spankees de ambos sexos.
Es cierto que los spankers somos puro bla bla... ¿qué sería de nosotros y de las spankees en caso que careciésemos del don de la elocuencia?