Los últimos meses han sido algo frustrantes, distancia,
tensiones y nuestros juegos sexuales casi inexistentes, incluso nos llegamos a
plantear si seguir con nuestra relación.
Rutina, dijo Él, eso es lo que está acabando con lo nuestro
y tengo la solución. En ese momento no estaba de acuerdo con Él, pero me dejé
llevar y escuché sus propuestas, entre las que se encontraba asistir a una “fiesta”.
Habíamos hablado alguna vez de ir a uno de esos encuentros
bdsm que anuncian en internet, en los que tienen un rinconcito para los spankos
, aunque yo por dentro tenía mis dudas y rogaba que se le
quitase de la mente esa idea tan absurda, pero en dos semanas se celebraba un encuentro y decidí espantar todos mis
prejuicios, así que allí nos plantamos
los dos.
Cuando entramos nos sorprendió la cantidad de gente que
había. No fue difícil romper el hielo por lo que poco a poco empecé a sentirme
cómoda. En las distintas estancias podías contemplar diferentes juegos o ser
partícipe de ellos. Después de ver una muestra de shibari, decidimos ir a la
sala spank. Cuando llegamos, Él me hizo un gesto para que prestase atención al
cartel junto a la puerta, allí se encontraban inscritos los nicks de las
parejas participantes y allí estaban también los nuestros. Un abochornamiento
como nunca antes había sentido se apoderó de mi, y hubiera salido corriendo de
no ser porque mi cuerpo se encontraba totalmente paralizado, ¿de vergüenza?, ¿miedo? ¿emoción? ¿todo a la vez?
Cuando entramos el show ya había comenzado, un spanker
nalgeaba a su pareja. Ambos se lo tomaban con humor, reían, hacían algún
comentario, él le acariciaba las nalgas cada dos o tres azotitos.
La siguiente pareja fue presentada como matrimonio, ella era
la spanker y aquella señora azotaba bastante duro, miré a la spankee ruiseña de
antes, los miraba boquiabierta, yo creo que pensaba que si en esa situación hubiese
sido ella la spankee, no le hubieran quedado ningunas ganas de bromear.
Llegó nuestro turno, el me cogió de la mano y nos dirigimos
al centro de la sala, mientras el resto de parejas aplaudían. Yo no levantaba
la cabeza del suelo y me dejé llevar con la respiración contenida
Mientras me acomodaba en sus rodillas, no sabía que esperar de
mi misma, ni de cómo iba a reaccionar. ¿Huiría en mitad de la escena?, ¿Mostraría
alguna emoción? No suelo ser explícita cuando la tensión se apodera de mi, pero
dos fuertes azotes me sacaron de mis pensamientos, y me dieron a entender que no iba a ser una zurra ligerita.
En el primer minuto traté de guardar la compostura y no
perder las formas. Era una sensación loca, difícil de describir y más cuando me
di cuenta de que ahora sí, me estaba quejando y mostrándome tal como lo hacía en casa.
Al terminar nuestro show, nos miramos a los ojos serenos y cómplices. Ambos teníamos una sonrisita tonta que no desaparecía de nuestras
caras, no necesitábamos decir nada, todo fluía.
Ahora que han pasado unos días y he pensado mucho en todo
esto, puedo describir la experiencia como maravillosa, intensa, extraña, asombrosa…
Tengo que reconocer que Él tenía razón, la rutina se había
apoderado de nosotros, tanto, que hasta me había planteado dejar mi lado spankee.
Ahora tenemos nuevos proyectos, nuevas aventuras que sé, nos van a conectar aún
más, que van a fortalecer nuestra relación y soy feliz de volver a sentirme spankee.
Autor: marita