Hace tiempo escribí un articulito (
¡Castigada en el rincón!) cuyo tema central
era el castigo en el rincón. Entonces comentaba que no le encuentro la utilidad terapéutica a esa pena, cosa que sostengo. Sin embargo, últimamente he leído y visto por televisión algunas opiniones de pedagogos y especialistas en educación infantil que parecerían considerar como ideal a este castigo. Por supuesto no lo llaman “el rincón”, sino que utilizan el moderno y deportivo término de “Tiempo fuera”.
El “tiempo fuera”, según lo explican estos especialistas, permite sacar al educando del foco de la atención familiar o escolar, sirve para restarle importancia a su mal comportamiento y, al final, lo desalienta…
Estos expertos se oponen, por supuesto, a todo tipo de castigo corporal, ni hablar de nalgadas, pero el “tiempo fuera”, está, no sólo aceptado, sino recomendado. No es que envíen al malcriado al rincón, sino que lo hacen sentarse en algún sitio, apartado del resto de la familia, y permanece ahí, tantos minutos como años tenga el niño…
También se puede encerrar al niño en su habitación, aplicando el mismo criterio para medir el tiempo de castigo.
A final de cuentas, y estarán de acuerdo conmigo, el “tiempo fuera” no es más que una modalidad moderna del tradicional rincón.
Y bueno, después de toparme en más de una ocasión con esta sugerencia pedagógica, me vienen a mi mente de spankee varias reflexiones:
La lógica de aplicación de este castigo implica que el mal comportamiento de los educandos se deriva, únicamente, del deseo de llamar la atención de sus educadores. Como spankee tendré que admitir que es absolutamente cierto. Me comporto como verdadero engendro del demonio, como la peor de las malcriadas, justamente porque ando cachonda y quiero unas buenas nalgadas, y si hay “tiempo fuera” en el rincón… ¡Pues qué mejor!
El “tiempo fuera” debería aplicarse también al spanker. Justo en el momento de la tunda, cuando una siente que no puede más y que una nalgada más derramaría el vaso del placer o reventaría de dolor las nalgas, deberíamos tener derecho a pedir tiempo fuera. Ya una vez repuestas, ¡que siga la fiesta!
Resulta muy útil y púdico que el “tiempo fuera” obligue al spanker a sacarnos de la reunión
familiar. ¡Imaginen una tunda con testigos! Sería vergonzoso. Es mejor que nos envíen a nuestra habitación, apartando de nosotras la atención de los demás y concentrarse entonces en aplicarnos una buena, larga y severa nalgueada. Eso sí, en la intimidad del “tiempo fuera”
De acuerdo con los especialistas, el castigo debe durar tantos minutos como años tenga el educando, pues de otra manera será excesivo y perderá su objetivo. Se refieren, obviamente al “tiempo fuera”. Y me imagino entonces plantada durante cuarenta minutos en un rincón, con las nalgas desnudas, enrojecidas y ardiendo, expuestas ante la mirada de un aburrido spanker, que mirará ansioso el reloj a la espera que el castigo termine para seguir… pues con lo que sigue.
Y ¿qué clase de castigo es el “tiempo fuera” sino un castigo corporal? Habría que aclararle a los especialistas que el castigo corporal no sólo incluye las nalgadas, jalones de orejas y pellizcos, sino que implica cualquier castigo en el cual el cuerpo del educando este involucrado y, en este caso, el hecho de impedir que ese cuerpo se mueva a sus anchas por toda la casa y restringirlo a un sitio específico durante un tiempo determinado es, exactamente, un castigo corporal. ¿O qué es entonces la pena de cárcel para los delincuentes? ¿Una pena moral?
Como spankee, me divierte el tema, me hace pensar que mi deseado y seductor rincón no pasará nunca de moda. Como madre, sólo debo decir que son pamplinas. Nunca en mi vida he aplicado un “tiempo fuera” a mi hija, no creo que lo haga, no ha hecho falta y tampoco creo que sirviera para gran cosa, salvo, eso sí, para quitarme de encima a la revoltosa, pero no por más de diez minutos.