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Autor: anitaK[SW]
Como decía el gran cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa: “yo pregunto a los presentes, si se han puesto a pensar…”. Porque yo sí lo he pensado y me he hecho esta pregunta muchas veces con respecto a la vida de los spankos.
En algún momento de nuestras vidas descubrimos que somos spankos y que nos gusta alguno de los roles: spankee, Spanker, switch… Y es allí que la mayoría de nosotros decide hacer esa fantasía realidad y a veces lo logra, ya sea gracias a una novia o una prima que nos celebra unos azotitos en sus nalgas, o algún primo o novio al que provocamos para recibir alguna nalgada. Si eso no sucede, esperamos la llegada de ese spanko que complemente nuestra fantasía. A veces se da, a veces no. Pero hoy quiero hablar de cuando sí se da.
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Quizás esté equivocada pero estoy convencida que el Spanking, una vez que lo probamos, se nos convierte en vicio. Es decir, no sabemos vivir sin él: se nos hace básico, imprescindible, esencial. Y allí comienza el verdadero “calvario”.
Les recuerdo que hablo de las personas que no tienen una pareja spanko estable y que se ven en la necesidad de salir a buscar con quién jugar. Visitan grupos, tratan de hacerse notar para que alguien se ponga en comunicación con ellos, o se mantienen en el anonimato por diversos motivos, pero siempre acechando en busca de un compañero de juego que lo complemente.
Los que tienen suerte, encuentran para jugar una vez luego de un tiempo de conversaciones, de algún encuentro en directo, de ver que sí hay “química” con el otro y que se puede confiar en él. Pero ese encuentro quizás se de una vez, y aunque todo quede bien, pasa que no siempre podemos coordinar con la frecuencia que quisiéramos. Puede ser por la distancia, por los horarios de trabajo, por la familia o por mil circunstancias más. Entonces repetir ese encuentro se hace difícil. Eso hace que la búsqueda comience otra vez y quizás se repita con la misma o seguramente con diferentes personas.
Si el spanko vive en una gran ciudad, quizás no tenga muchas opciones porque no conoce a mucha gente. Si vive en una ciudad pequeña, probablemente conozca a unos pocos o a nadie. Casi todos encontramos a nuestro compañero de juegos en otra ciudad. O en otro país, como es mi caso. A veces es fácil comunicarse, pero la mayoría del tiempo no es así.
Entonces… saltamos de un spanko a otro con la ilusión de que este sí sea el definitivo, pero casi nunca lo es. Así que miramos por un momento nuestro camino y contamos: uno, dos, cinco, veinte, cincuenta…
Entonces nos preguntamos… ¿cuántos Spankers o spankees son pocos, o muchos, o demasiados? ¿Cómo saberlo? ¿Quién lo puede decir? Yo creo que es una cuestión personal el decidir con quién se juega. Y que cada cual va a seguir buscando el compañero “ideal” hasta que encuentre uno que se ajuste a lo que desea o decida cesar su búsqueda y quedarse solo. También está la opción (para mí la más inteligente) de no buscar y simplemente esperar a que llegue; mientras tanto disfrutar al máximo de las compañías que se presentan.
Claro que si una mujer (aún hoy en día) decide elegir la última opción, corre el riesgo de que se la tilde de "promiscua”, “casquivana” o de tener “devaneos” con los hombres. Y lo más gracioso de todo esto, es que seguramente sea criticada por las otras mujeres, no por los hombres. Cosas de la vida spanka, ¿no?